El nacimiento de un bebé es un gran
acontecimiento para la familia, pero si además es la llegada del primer hijo es toda una revolución,
pues cambia totalmente la vida de la pareja.
Significa el paso de ser dos a tres,
de ser una pareja a ser una familia. Las prioridades cambian. Nada volverá a
ser como antes. Desde el mismo momento en que la pareja se entera que está
esperando su primer hijo se produce una avalancha de sentimientos, entre
ilusión, alegría, emoción pero también de cierto temor ante la nueva
responsabilidad de ser padres.
La llegada del primer bebé implica un cambio radical. Supone empezar a
pensar en la vida junto a él, preparar el hogar para acogerle, prepararse los
padres para criarlo, y asumir su nuevo rol de padres primerizos.
El nacimiento de un hijo es la expresión máxima del amor
entre dos personas, sin embargo no
siempre es todo color de rosa. Hay parejas que creen que la llegada de un bebé servirá para
unirse, para recuperar el amor perdido, para resolver los problemas de la
pareja, pero el bebé no arreglará la crisis si existen asuntos previos, que a
la corta o a la larga volverán a aparecer. Si hay problemas graves en la
pareja, por el bien del bebé, lo mejor es buscar ayuda profesional.
Ser padres es una experiencia maravillosa, pero aún así
hay parejas que se
desequilibran ante la noticia de la llegada del primer hijo y se destapa la caja de los truenos. Comienzan las tensiones, las discusiones sobre el
cuidado del bebé, sobre la educación que se le dará, sobre quién resignará su
trabajo por cuidar al bebé, y otras cuestiones que pueden plantear conflictos
entre los futuros papás.
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